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Tengo sobrepeso y me siento sucia

¿Qué es lo que todos buscamos consciente o inconscientemente?
Estar en paz.
Cuando una persona tiene problemas de obesidad o problemas de salud relacionados con el sobrepeso, en definitiva tiene esta necesidad imperiosa de encontrar paz dentro de sí misma.
Teniendo paz interna, naturalmente la ansiedad desaparece y con ella, la compulsiva necesidad de comer más y más.


Una mujer me confió su corazón contándome cosas muy íntimas de su familia a partir de un comentario que le hice respecto a algo que dijo.  En primer lugar, hablando de la alimentación, ella siente que su cuerpo está sucio.  Por eso necesita purificarse, limpiarse; de alguna manera, limpiar su sangre.  Cuando yo escucho las palabras “me siento sucia”  o  “siento el cuerpo sucio” -al menos en este caso-, percibo que detrás de eso se encuentra una percepción sucia de la propia sexualidad.

A los niños les encanta jugar con barro.  Y, embarrarse, para ellos, no significa estar sucios,  aunque de afuera les digan que están sucios, ellos no lo sienten así.  Sienten el disfrute del contacto con la tierra.  Es curioso que en esta época la gente busque las terapias con el barro. Se embardunan el cuerpo con barro para limpiar la piel, mientras que en los niños ese contacto se da en forma completamente natural.

Cuando un niño come de más o come algo que le hace mal, tiene dolor de panza o tiene el hígado afectado, pero no se siente sucio. Le duele algo, aunque no pueda identificar exactamente qué.  Pero es distinto cuando un adulto se siente sucio, especialmente en el caso de las mujeres, que cargamos con la historia de todas las mujeres de la humanidad, cargamos con lo que algunos llamarían karma; otros, inconsciente colectivo; otros, no sé, yo podría decir la conexión inmanente con lo femenino. Cargamos con los dolores de todas las mujeres que han sido vejadas a lo largo de la historia.

En algunos casos, aparece en forma específica o especial, dado que dentro de la constelación familiar, dentro de las tres últimas generaciones, ha habido situaciones de vejación sexual, ya sea física, moral o verbal.  Porque cuando, por ejemplo, una madre o un padre, le dice a su hija “sos una puta” por la forma de vestirse, están imprimiendo en esa niña, adolescente o mujer, un concepto destructivo porque implanta la energía más baja que puede experimentar el ser humano. 

El doctor David Hawkins realizó una medición de los distintos estados emocionales o sentimentales o espirituales del ser humano y la energía más baja que existe como experiencia del ser humano nos acerca más a la muerte y al suicidio es la vergüenza.  Avergonzar a alguien, sea a uno mismo o a otro es acercarnos al punto de la autodestrucción o de la destrucción del otro.

Lamentablemente esto también se escucha en las escuelas, cuando algunas maestras o incluso directivos dicen: ¡Qué vergüenza!  Por el motivo que sea.  Es como aplastar al ser humano que tienen enfrente -no importa la edad que tenga- y lo acercamos  a un punto en el cual tenga que someterse al que tiene más poder o autoridad.

La consciencia, el inconsciente, el cerebro, la sangre, están contaminadas con una energía destructiva que tiene que ver con el concepto de la vergüenza.  Cuando los adultos no tienen otra herramienta para poder captar la obediencia de otros, se recurre inconscientemente a las herramientas con las que fueron educados, ellos mismos o sus progenitores.

¿Culpas? No hay.  Responsables, sí. Pero esas situaciones inconscientes no se sanan reclamando o acusando.  Algunas podrían llegar a ser preguntadas.  Por ejemplo, preguntarle a la madre qué le pasó, que le dijeron o qué le hicieron, para que considere que su hija es una puta… ¿qué le pasó a ella misma?  Es una posibilidad.  Pero… También es una posibilidad de gran dolor que podemos causarle a esa persona en particular.  Por un lado, el recordar esa situación dolorosa en que ella misma fue vejada física, moral intelectual o verbalmente, si no lo tiene trabajado internamente o psicológicamente, seguramente le causará un dolor muy grande.

A veces hacen falta estos diálogos entre madres e hijas para aclarar estas situaciones.  A veces las madres ya han partido de esta tierra y no es posible esto.

A veces,  el dolor que se causaría a la madre sería más grande que el bienestar buscado…  Aunque de todo dolor nace una luz.

Pero también existe la posibilidad de que esa madre no recuerde, no sepa o haya borrado de su memoria consciente las situaciones dolorosas que le hacen sentir y decir hoy en día, o en algún momento de la vida, a su propia hija: “sos una puta”.  Entonces no hay diálogo posible sobre una situación inexplorada o no recordada. 

¿Por qué habría que enfrentar este dolor? Porque al traer luz sobre una situación, las sombras naturalmente se despejan. 

Uno sabe o intuye por qué sucedieron las cosas y entonces renace una nueva calma. Desaparece la sensación de culpa, pero también la sensación de acusación. 
Es importante dar espacio a la comprensión.  Hacer un espacio grande en el corazón.  Un espacio en el que pueda entrar el dolor que experimentó nuestra propia madre, nuestra abuela, nuestra bisabuela, o nuestro padre, nuestro abuelo, nuestro bisabuelo…

Tal vez lleguemos a enterarnos qué es lo que causó el dolor en nuestro progenitor.  Seguramente no fue una sola situación… o tal vez sí…  Pero normalmente la gota horada la piedra…  A lo largo de mucho tiempo se recibieron mensajes negativos o agresiones.

Cuando logramos “ver” ese sufrimiento, ese dolor que experimentó en el pasado, en su propia niñez o adolescencia o en su propio período de gestación, sentimos adentro un “¡Ah! … Ahora entiendo… claro… si recibió eso… ¿cómo va a dar otra cosa?”  Hay quienes pueden transformar esa situación conscientemente, pero hay quienes no lo han podido hacer.


Cuando ves, cuando comprendés, se ensancha tu corazón.  Es casi como engendrar el alma de tu madre de nuevo, o de tu abuela o de tu bisabuela o de tu padre, de tu abuelo, de tu bisabuelo… Y parir en nuestro corazón el dolor de esa persona… :) darlas a luz… ¡¡darlos a luz…!!  … darlos a luz…

Casi no querría agregar nada más…

Parir un hijo, parir un alma, para algunos es indoloro.  Para otros es un proceso doloroso que da a luz, ¡que trae la luz!, que da nacimiento a  un nuevo ser, que abre sus ojos a la luz de la vida. ¡Y eso es una experiencia de paz!, eso es una experiencia de alegría, de una alegría serena.  Eso es una forma de sanar, una forma de volver a empezar nosotros mismos, parirnos a nosotros mismos,  para volver a nacer a la luz de sentir que estamos limpios, que estamos limpias, que no estamos sucias, volver a disfrutar de nuestro cuerpo, de nuestras posibilidades, de nuestra sexualidad, de nuestro contacto con el otro…

Amar es dar a luz, dar a luz al otro, dar a luz a uno mismo… 
Ser luz… ¡Ser luz! … Ser Luz


Alejandra Lucía Rotf

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